miércoles, noviembre 15, 2006

Pasar el aguacero

En 1982, tras la asunción al poder de Ríos Montt, comencé a trabajar de manera temporal en la sección cultural de la embajada de Estados Unidos en Guatemala. Tenía tres hijas a quienes mantener y muy buenos conocimientos del inglés; no quería retornar a un diario porque la violencia se había vuelto intolerable y no deseaba morir ametrallada como le estaba sucediendo a muchos de mis colegas. Estaba al frente de USIS, la dependencia que se encargaba de la prensa y de las actividades culturales, una mujer extraordinaria, Maria Louise Telich.

La llegada a la embajada no estuvo libre de penas. Mi amiga Mariflor Sobalvarro era la persona que tenía a su cargo el puesto de asistente del agregado cultural, pero se hallaba batallando contra un enemigo insidioso que al final le ganó la guerra y la llevó a la tumba. En otra ocasión hablaré sobre Mariflor, una de las personas más valerosas que he conocido.

Mientras ella se sometía a una serie de quimioterapias, tomé su puesto y hasta ahí no había problemas. Le estaba haciendo un favor a una amiga y me lo estaba haciendo yo, que comencé a ganar un dinero muy necesario. Mi dilema vino unos meses más tarde, cuando Mariflor empeoró y tuvo que dejar el cargo para siempre. No podía pensar en quedarme con el empleo de mi amiga porque eso significaba aceptar que Mariflor estaba muriendo; durante muchos días anduve con insomnio. Finalmente y empujada por la presión que sentía en la oficina hablé con Mariflor, le conté mis reparos para sustituirla a sabiendas de que estaba enferma y con su risa característica despejó el panorama para que aceptara el empleo formalmente.

Que era el tiempo de Ríos Montt he dicho, y con eso lo digo todo. Lou Telich no logró soportar las barbaridades que estaban ocurriendo en el país y se rebeló contra su propio gobierno, que apoyaba la actuación del gobierno de facto guatemalteco. Lou adelantó el tiempo de su retiro, se separó de su trabajo como diplomática, y fue a vivir a Washington. Antes de irse, ella y el agregado cultural me aconsejaron permanecer al amparo de la embajada como medida cautelar ante lo que sucedía en el país.

Fue una de las pocas veces en que trabajé en una oficina, y acostumbrada como estaba desde muy joven a reportear durante la mayor parte del día, me fue duro amoldarme a las horas de trabajo entre cuatro paredes. Hubo dos secretarias, Lissette y Grace que me apoyaron muchísimo para llegar a entender y aguantar el mundo de intrigas que se suscitaban en USIS. Después he aprendido que así sucede en todas partes, pero era mi primera experiencia en el género y estaba espantada.

Con todo, trabajar en USIS fue una experiencia agradable. Acostumbrada a comenzar mi trabajo y a terminarlo en el mismo día, rutina habitual de los reporteros, descollaba sin darme cuenta en aquel ambiente burocrático hasta que cierto día alguien me pidió que bajara la velocidad porque hacía quedar al resto del personal como unos haraganes.

Mi trabajo incluyó el ocuparme de organizar y conducir las oposiciones para los aspirantes a varios tipos de becas; realizar todos los trámites para los viajes de conferencistas, escritores y académicos, los de diversos grupos musicales y de danza que visitaban año con año el país; recibir libros, hojearlos y enviarlos a quienes se beneficiarían con ellos; organizar funciones culturales y escribir reportes sobre mi desempeño. La energía me abandonaba cuando debía preparar tales reportes que, a mi juicio, eran una pérdida de tiempo, pero eran parte de los papeles en los que se basaba mi jefe para solicitar fondos para las actividades del año siguiente.

Fui especialmente feliz durante los años en que el agregado cultural y el director de USIS lograron obtener una gran cantidad de dinero para comprar libros. Llegaban los textos en cajas inmensas, y era un placer revisar las listas y definir a qué universidades iban a enviarse. A veces, cuando busco libros para las clases que doy, encuentro en los anaqueles algunos de aquellos volúmenes que fueron pedidos con tanta ilusión y cuando los hallo gastados por el uso me entra una satisfacción pequeñita pero muy luminosa.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Me ha gustado mucho su historia. Gracias por compartirla. Afortunadamente no fue a la Embajada de España.

Por cierto, mencionó que tenía familia de origen español ¿sabe de donde son, es por mera curiosidad?

Saludos.

1:37 a. m.  
Blogger charakotel said...

Y sobre su familia de origen sololateco ¿Podría contarnos algo?
También es mera curiosidad...

Un fuerte abrazo

7:21 a. m.  
Blogger Ana said...

Llegará el día, llegará el día. Ahora, los mantengo coo Dickens (salvando las diferencias) a la espera de la próxima entrega.

9:55 a. m.  
Blogger lu! said...

a mi me gusta ver buscar los libros que tienen la ficha limpia para ser la primera que los lee, y buscando entre los que muchos desprecian me he encontrado con muchos buenos.

y ahora creo que estoy leyendo uno bueno, vamos por partes, por pequeñas historias!

saluditos para ti,

8:50 p. m.  

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