Los 40 bramadores
Cuando era muy niña mi padre llevó a casa un libro cuyo nombre recuerdo bien: Los cuarenta bramadores. Se trataba del relato de la aventura de un marino solitario, cuyas proezas llevó a cabo en épocas en las que no había radares ni sonares. Había en aquel libro que me gustaría recobrar unas fotografías que contribuían a dramatizar más la historia.
El viajero era Vito Dumas un deportista argentino que decidió darle la vuelta al mundo en su velero, el Lehg II. Un barco de apenas nueve metros y medio que lo llevó por la terrible zona de Los 40 Bramadores, ubicada al Sur del paralelo de 40 grados y azotada permanentemente por vendavales que soplan desde el Oeste.
Antes de ese argentino, me parece, solamente dos embarcaciones habían logrado hacer unos viajes similares, pero no rodeando completamente la Tierra; además, eran embarcaciones mayores, con un capitán y una tripulación completa. Jamás un barco tan pequeño y un solo hombre a bordo.
En su viaje Vito zarpó de Buenos Aires o quizá de Montevideo, no recuerdo bien, para rodear primero el Cabo de Buena Esperanza, la parte más austral de África; luego navegó por el Sur de Australia y Nueva Zelanda en el tramo más largo de su ruta a través del Océano Pacífico. Finalmente, como si no fuera suficiente, dobló el Cabo de Hornos.
Ambos cabos eran reputados como lugares terribles para la navegación por los vientos y tormentas que los azotan constantemente. Para más inri, Vito decidió realizar su periplo con la Segunda Guerra Mundial en pleno auge. Creo que era el año 42.
El libro no atrajo mi atención al principio; no fue sino hasta que una noche mis padres hablaron de la valentía de aquel hombre, que en plena tormenta se había amarrado varios días al timón de la embarcación porque estaba enfermo y tenía que maniobrar entre las embravecidas olas o hundirse con el velero.
Esa expresión del coraje me atrapó y al día siguiente me pegué al libro y no paré hasta terminarlo. Desde entonces hay algo dentro de mí que me exige viajar al Sur a conocer el estrecho y peligroso paso marítimo en la costa del Cabo de Hornos.
Claro que, en cierto modo, he tenido mis propios cabos y los he doblado con firmeza. Pero el llamado hacia el Sur es cada vez más apremiante y no sé si podré ir antes del último Poniente
El viajero era Vito Dumas un deportista argentino que decidió darle la vuelta al mundo en su velero, el Lehg II. Un barco de apenas nueve metros y medio que lo llevó por la terrible zona de Los 40 Bramadores, ubicada al Sur del paralelo de 40 grados y azotada permanentemente por vendavales que soplan desde el Oeste.
Antes de ese argentino, me parece, solamente dos embarcaciones habían logrado hacer unos viajes similares, pero no rodeando completamente la Tierra; además, eran embarcaciones mayores, con un capitán y una tripulación completa. Jamás un barco tan pequeño y un solo hombre a bordo.
En su viaje Vito zarpó de Buenos Aires o quizá de Montevideo, no recuerdo bien, para rodear primero el Cabo de Buena Esperanza, la parte más austral de África; luego navegó por el Sur de Australia y Nueva Zelanda en el tramo más largo de su ruta a través del Océano Pacífico. Finalmente, como si no fuera suficiente, dobló el Cabo de Hornos.
Ambos cabos eran reputados como lugares terribles para la navegación por los vientos y tormentas que los azotan constantemente. Para más inri, Vito decidió realizar su periplo con la Segunda Guerra Mundial en pleno auge. Creo que era el año 42.
El libro no atrajo mi atención al principio; no fue sino hasta que una noche mis padres hablaron de la valentía de aquel hombre, que en plena tormenta se había amarrado varios días al timón de la embarcación porque estaba enfermo y tenía que maniobrar entre las embravecidas olas o hundirse con el velero.
Esa expresión del coraje me atrapó y al día siguiente me pegué al libro y no paré hasta terminarlo. Desde entonces hay algo dentro de mí que me exige viajar al Sur a conocer el estrecho y peligroso paso marítimo en la costa del Cabo de Hornos.
Claro que, en cierto modo, he tenido mis propios cabos y los he doblado con firmeza. Pero el llamado hacia el Sur es cada vez más apremiante y no sé si podré ir antes del último Poniente
6 Comments:
Ay, Ana María, es que este blog ni no se lo había visto. Qué lindo está. Estas son las historias que leeré siempre con un cafecito a la par. Saludos!!!
¡anímate al viaje en cuánto puedas! eso sí, para tener una mini-idea de lo que significa doblar el Cabo de Hornos la película Master and Commander: The Far Side of the Ocean hace una excelente dramatización.
Que lindo detalle del padre, y definitivamente, regalar un buen libro es algo que lo hace a uno inolvidable.
He citado este post en http://golemp.blogspot.com/2006/10/vientos-del-oeste.html
te esperamos
;)
he sido marino y conozco algo del mar y sabia de la historia de V.Dumas, pero me encanto la forma que Ud. la relato, con simpleza y al mismo tiempo con una gran profundidad, ese viaje que hizo este hombre al sur del paralelo 40º, y en el velero que utilizo, fue una hazaña epica de un autentico pionero.Le dejo mi mail, txominiturbe@gmail.com Saludos!!!
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