lunes, noviembre 06, 2006

Universidad, 1953

La primera vez que entré a la universidad tenía quince años. Yo, no la universidad que andaba por los doscientos años y pico y había sido fundada en la Antigua Guatemala. Era el año en que se abría la carrera de periodismo en la Facultad de Humanidades y pude ingresar a esa edad, y sin haber estudiado el bachillerato, porque uno de los artículos transitorios de constitución de la escuela anotaba que aquellos periodistas que tuvieran entre tres y cinco años en la profesión, a tiempo completo, podían ingresar haciendo un examen de equivalencias. Yo tenía justos los tres.

El director de la escuela era, en ese tiempo, el escritor Flavio Herrera. Lo recuerdo bien con sus elegantes trajes y la boquilla en la mano, distinguido y afable con los estudiantes, caminando por los corredores de la casona de la novena avenida que ahora alberga al bufete popular. En los cincuenta, aquella sede de la Facultad de Humanidades tenía espacio suficiente para todos los estudiantes y nos parecía inmensa. En una de sus amplias salas Flavio Herrera examinó mis conocimientos en literatura, arte, lenguaje y otras varias disciplinas para acreditar como válidas mis nociones humanísticas.

Mis compañeros en el primer año fueron, entre otras personalidades, Luz Méndez de la Vega, guapísima en sus treinta, Pancho Albizúrez, muy discreto siempre, el padre Accomazzi, quien era la palabra divina para una serie de monjas que se sentaban en las últimas filas del aula, Toni Somoza que vino desde Honduras y ya nunca abandonó Guatemala. Una serie de periodistas entre quienes estaban Chilolo Zarco, Tono Ortiz, Carlos García Urrea; otros que ejercían la profesión y además eran ya abogados como Edgar Alfredo Balsells y el Remachón Chávez, uno de los poquísimos diputados dignos que hay actualmente en el Congreso de la República.

En el primer año tuvimos unos catedráticos de primer orden: Pepi Rölz Bennet impartía los cursos introductorios de filosofía y de derecho; el doctor Aguado nos daba lenguaje; Hugo Cerezo Dardón, la clase de literatura universal; la doctora Elisita Fernández impartía psicología y Andrés Townsend Ezcurra, un peruano de treinta y tantos años, bronceado, de ojos verdes, se encargaba del curso de Historia.

David Vela era el catedrático de historia del periodismo; estaba en un momento de su vida en el que tenía dos pares de anteojos: unos para escribir en la pizarra y otros para leer sus notas. Era un quita y pon hipnótico y nos daba sueño a muchos. Enfrenté el problema --puesto que ya sabía mucho sobre el periodismo-- poniéndome unas gafas oscuras y sentándome en una de las esquinas de la fila de atrás, donde podía dormir a mis anchas sin que se notara el desacato.

Ese primer año fue no solo el descubrimiento de la historia, sino de cómo es posible enamorarse de varias personas al mismo tiempo. El gusto por la historia era paralelo a la fascinación que sentía por Andrés Townsend, con quien me topaba en la piscina de Los Arcos después de jugar tenis. Llegaba Andrés acompañado de otro peruano, de apellido Mujica. Ambos eran apristas exiliados en Guatemala. Con ellos me asoleaba y hablábamos de política, de cine, de literatura y de otros temas que no les interesaban a los adolescentes con quienes salía yo. Mi novio, Jorge Bennett jugaba tenis varias horas que yo pasaba con los peruanos.

Andrés comenzó a sentir algo más que amistad porque dio en mandarme a casa, además de libros y discos, orquídeas. Unas cattleyas hermosísimas compradas en el jardín de Marianito Pacheco; firmaba las tarjetas con los nombres de personajes literarios extraídos de los libros que leíamos al mismo tiempo. Mi madre estaba contentísima porque yo tenía un enamorado serio. A ella jamás le gustó Jorge. Y Andrés comenzó a invitarme a tomar el té, los sábados, en ciertas pastelerías repipi que había en la ciudad. Un cortejo de verdad.

No sé qué habría salido de una relación entre un hombre de treinta y ocho años y una joven de quince. Supe --una periodista se entera de todo-- que viviendo en Costa Rica había tenido amores con Eunice Odio y me entraron celos. Los celos naturales que puede sentir una casi niña por una mujer hecha y derecha y además, bella y talentosa. Recalqué la diferencia de edades entre Andrés y yo a mi madre cuando indagaba sobre la posibilidad de un noviazgo.

Años más tarde vi a Andrés en la tele, cuando era el presidente del Parlamento Latinoamericano; ya hacía tiempo que estaba de regreso en su país donde descolló en política. Lo rodeaban una esposa muy guapa y distinguida, y varias hijas adolescentes. Una de ellas, creo, es presentadora de televisión en su país. Supongo que el instinto es mucho más fuerte que la razón, porque nunca he querido dejar Guatemala, mi familia, mis amigos; y un matrimonio con Andrés habría significado irme al Perú. Y lo dejé pasar.

5 Comments:

Blogger Unknown said...

Cuenta usted unas historias muy lindas, que ojalá podamos tener un día en un libro. La vida, pienso, es vivida igual por todos, pero no todos la cuentan de la misma forma. Saludos.

9:53 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

me atrevo a dejarle una invitacion a mi "segun do blog" en realidad es un videoblog, llamado videos-chapines.blogspot.com que ha servido para expresar algo de mi afecto por mi patria desde lejos... ojala pueda ver dos videos: el de "soy chapin" y "el lugar donde naci"

1:46 p. m.  
Blogger lu! said...

y ahora quiero saber más, sos como un libro ajeno que lees, nunca lo podes terminar cuando te lo prestan y tampoco sabes en donde encontrarlo, asi que hay que aprovechar las oportunidades que se dan y por eso me encanta leerte pero el tiempo se encapricha conmigo aveces y no me da para más.

Gracias por escribir Ana María.

6:26 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

bueno, pues a falta de dirección de e-mail en el "profile" me atrevo a proseguir las instrucciones por aca (aunque soy de esos que prefiere remitirse a comentar [te hace falta una cajita c-box] en el lugar que corresponde).

¿Has intentado instalar quicktime en la compu? Es gratuito y es muy útil, y solucionaría el problema pues yo hago mis videos en Apple y empleo tal formato. Me encantaría compartir esos videos contigo así que si puedes, haz esa instalación gratuita desde aqui.

4:30 p. m.  
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