jueves, julio 04, 2013

Biblioteca


La escritora fue contratada para hacerse cargo de la Biblioteca Nacional del país, y aceptó el cargo con una ilusión inmensa. Desde hacía años veía el deterioro en que venía cayendo la institución que, otrora, fue el centro de una riquísima actividad cultural, además de constituir el lugar en donde los jóvenes estudiantes y un público frecuente y variado, leía durante horas y hacía acopio de unos conocimientos importantes. Iba dispuesta a rescatar la Biblioteca. E ingenuamente así lo dijo a un periodista que llegó a entrevistarla.

Existe una ley en Guatemala que obliga a todo aquellos que editen libros enviar dos ejemplares de cada uno a la Biblioteca Nacional. Pero alguno de los directores de años pasados envió a todas las editoriales del país una circular donde les pedía no mandar más libros a la Biblioteca ‘porque ya no hay espacio donde ponerlos’.  Por supuesto, una mentira. La Biblioteca, aunque ello no se vea más que desde la sexta y séptima calles, ocupa nueve pisos. La mayoría de ellos vacíos.

No sé por qué se impidió que los nuevos libros llegaran a la Biblioteca. Como me dijo un albañil cuando alguna vez  le señalé algunos errores terribles en una construcción al lado de mi casa: ‘cada cabeza es un mundo’.

En fin, que la escritora llegó y se dio cuenta de que la Biblioteca Nacional funciona aún porque la mayoría de sus trabajadores verdaderamente le tiene  apego a la institución. No están allí por los salarios que ganan. Cuando se enteró de aquellos sueldos, a la escritora le dieron ganas de llorar.

Constató que hay algunos extinguidores en algunos lugares del edificio. Inquirió sobre cuándo habían sido llenados por última vez y se enteró que nadie lo sabía. Ya habían olvidado la fecha, por lejana. Pidió el presupuesto y se dio cuenta de que era imposible mantener aquella institución con los escasísimos recursos que se anotaban en el cálculo aprobado por el Congreso, que no cumplido.

De hecho, la escritora llegó a su cargo en septiembre del año pasado, y cuando a fin de mes le tocó firmar el informe financiero de rigor, ya conocía la suma total asignada por el Ministerio de Cultura,  y por lo tanto ‘gastada’, era de cero. Lo mismo sucedió en octubre, noviembre y diciembre. Cuatro informes por valor de cero quetzales cada uno.

En el Ministerio, se enteró, hacían malabarismos para pagar los salarios cada mes.  Creo que se dice desvestir un santo para vestir a otro.

En realidad no tenía nada qué hacer en el lugar salvo permanecer sentada en una dura silla dentro de un despacho sucio y lastimoso. Se iba a dar vueltas por el edificio, para comprobar que, excepto una sala para niños, organizada con fondos de una embajada amiga, el resto era desolador. Su jefe, la persona que se encarga de supervisar  el Archivo General de Centro América, la Hemeroteca Nacional y la propia Biblioteca, pasaba las mañanas sentado en un sofá del despacho, buscando conversación. Luego de almorzar, salía para su casa y no se le veía la cara sino hasta el día siguiente.

La escritora comprobó que con semejante jefe no lograría avanzar en nada. Entonces comenzó a salir de la Biblioteca para visitar embajadores y directores de misiones internacionales, amigos con ciertas posibilidades económicas. Gente que estuviera dispuesta a donar artículos, tiempo, etc.  Y lo único que podía hacer por el momento  era armar un programa cultural que no le costara un centavo a la institución.

Por ahí por octubre, el jefe comenzó a quejarse de que probablemente iba a ser despedido en enero. A la directora le dio lástima aquel hombre, ya mayor y aún con cargas familiares que en realidad, le pertenecen a sus hijos. Se comunicó entonces con la persona que la había designado como directora y le rogó que conservara al jefe en su puesto. No se le concedió la petición desde la primera vez que la hizo, pero tanto insistió, que el puesto del señor que pasaba las mañanas sentado en el sofá del despacho quedó en firme.

Mientras tanto, la escritora obtuvo que una compañía  guatemalteca le ofreciera formalmente donar paneles para colgar cuadros para montar exposiciones; que un grupo de escultoras hiciera lo mismo con pedestales para exhibir esculturas.  Escribiéndole a amigos en diversas universidades del mundo armó un programa de conferencias para todo el año 2013. Gente de España, de Alemania, de Estados Unidos, México e Italia aceptó venir a Guatemala. Aceptaron  y gestionaron ellos mismos que los pasajes los donaran las universidades y accedieron alojarse en la casa de la escritora durante su estancia aquí.

Cuando el jefe se enteró de aquel programa se escandalizó. No, le dijo, no podemos hacer nada más que cuatro actividades en todo el año. Ella pregunto por qué y él no supo responder. La escritora había hablado con algunos empleados de la Biblioteca que estaban complacidos con el programa cultural que se iba armando y prometieron apoyarla en todo. Se veían felices, habían perdido las caras largas que mostraban generalmente. Dejaron de pedir permiso para ir al IGSS al menor estornudo.

En enero, y ya con todo comenzando a moverse, la escritora fue a la Contraloría Nacional a obtener su finiquito. Aun con ayuda interna y externa el trámite dura unas tres semanas. Cuando tuvo el finiquito en sus manos, la escritora corrió a la Dirección de Recursos Humanos. Era una mañana hermosa, y había pasado a Santo Domingo a agradecerle a la Virgen del Rosario el poder haber armado al menos un programa cultural. Mientras tanto, ya se formaba  un comité de amigos de la biblioteca que ya ayudaría en otros menesteres. Ella iba a dirigirse al Congreso para hablar con los jefes de bancadas a fin de que dotaran de más fondos a la Biblioteca, a la Hemeroteca, al Archivo General de Centro América.

Ya tenía una fecha y hora para hablar con los congresistas.

La Directora de Recursos Humanos la recibió con el rostro fruncido.  Hace diez minutos, le dijo, me llamó su jefe. A él le corresponde despedirla, pero no se atreve. Quiere que yo lo haga, y ese no es mi trabajo. Yo solo puedo darle una constancia de que trabajó cuatro meses del año pasado en la Biblioteca. Ya hay una persona nombrada en el puesto, por recomendación de fulano. El señor que pasa las mañanas sentado en un sofá del despacho de la dirección de la Biblioteca.

Cuando los amigos de la escritora se enteraron, se disgustaron un poco, arriaron velas y se hicieron a un lado. Ni conferencias, ni donaciones, ni nada. La Biblioteca continúa igual, deteriorándose, vacía, cerrada los sábados, y de vacaciones desde noviembre hasta enero.


Y allí sigue el señor, sentándose toda las mañanas en un sofá, porque no tiene nada qué hacer ni a dónde ir. La escritora pensó que la vida no dejar de ofrecerle sorpresas. Le dieron un puesto que no había pedido y se lo quitaron sin saber por qué. O a lo mejor sí sabe, porque recuerda que la nueva directora tiene un busto generoso, y hay un refrán por ahí que habla de carretas, entre otras cosas. Me parece.  

6 Comments:

Blogger Luis Pedro Villagrán Ruiz said...

¡Qué bueno es tenerte de vuelta! Besos y abrazos, querida abuela.

11:03 a. m.  
Blogger Valen said...

Aquí en Guatemala hay gente que roba oxigeno, y por gente me refiero a todo aquel político que se llena a manos llenas de riquezas a costa del futuro de toda la nación, por lo menos se rescata la buena voluntad y la lucha que hace héroes que a pesar de todo siguen de pie. Creo que tendré que ponerle el nombre de algún árbol, sí, a usted. ¿alguna sugerencia?

11:17 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Diablos Ana María! no deja de hacerme un nudo en la garganta ver cómo en este país se desmorona todo, y no porque no haya gente que quiera construir sino que porque tiene más descaro los que se empeñan por destruir. Igual pasó con el Diario de Centro América que tuvo cuatro años de gloria y de las que dos años y medio tuve la dicha de ser parte. Pero siempre para delante Ana María, aunque a veces, estas cosas le roben a uno las fuerzas. Un abrazo!

2:47 p. m.  
Blogger Ana said...

Valen: póngale el nombe que usted quiera. Es un gesto muy noble y muy tierno. Se lo agradezco

5:28 p. m.  
Blogger Ana said...

Agustín: no todo se desmorona. Lo que pasa es que los medios solo usan lo escandaloso. Un marciano que viniera a Guate y leyera diarios o viera noticieros pensaría que aquí solo hay asesinos, mujeres encueradas, futbolistas. Pero hay mucho más que eso. Y no tenés idea de cuán feliz fuimos de tenerte en el diario. Donde quiera que estés, siempre dejarás tu huella.

5:32 p. m.  
Blogger Ana said...

Agustín, y ame fui a leer tu blog. Me encanta! pero, cómo hago para dejar un comentario después de cada post? Me parece que estás construyendo un libro. Te felicito. Viste cómo no todo se desmorona?

5:44 p. m.  

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